Tiros, bombas, violencia, un pedazo de rostro con restos de hilos de sangre, un balazo por la espalda entre risotadas. La FURY de David Ayer tiene
todo eso, pero también tiene una gran utilización del silencio, que muy pocas
veces he visto. Toda ese sacudón de violencia se corta con las escenas del
traslado de un conflicto a otro del “hogar” de los protagonistas: el tanque.
Después del ruido, de la sangre, se pueden disfrutar de
momentos excelsos. Asi empieza nomás, ya en la primer escena te da este
indicio. Don "Wardaddy" Collier (Brad Pitt), con un cuchillo, acaba
de atravesarle el ojo a un nazi que venía a caballo. A su alrededor hay hierros
destruidos de camiones acechados por el fuego, cadáveres embarrados y el cielo
gris, el cielo siempre será gris en toda la película. El tipo se levanta,
guarda el cuchillo ensangrentado y acaricia al caballo blanco, le da dos
palmaditas y lo deja ir. Todo eso con una mirada perdida pero a la vez
reflexiva, varios segundos sumido en el silencio, claro está.
Con esta película recordé otra de Brad Pitt CONOCES
A JOE BLACK pero por estar en la vereda de enfrente. Ahí, Martin Brest, su
director, destrozó la trama con tanto silencio aciago e inservible. Silencios
entorpecedores e incoherentes. Bueno, aca, en FURY, pasa todo lo
contrario.
El tanque vuelve a la base y el mismo día salen por otra
misión. Algunos chistes mientras se cruzan con cientos de civiles alemanes que
escapan de la zona de conflicto. Y ahí el silencio otra vez. Las miradas, los
gestos, todos arriba del tanque. Don Collier apretando los dientes, con toda su
responsabilidad pesándole en la cara, buscando explicaciones en el horizonte y Grady
"Coon-Ass" Travis (Jonathan Bernthal, si; el de
Walking Dead) fumando y enroscado en su bronca eterna. Pero los ojos casi
petrificados del religioso Boyd "Biblia" Swan (Shia LaBeouf) son como
un estiletazo; te dicen todo, pero absolutamente todo sin abrir la boca.
La escena del intento de almuerzo civilizado con dos alemanas que encuentran en un edificio es digna de ponerse de pie y no parar de aplaudir. En el medio del diálogo miradas enfurecidas, lágrimas que caen de impotencia repleta de recuerdos, ojos esquivando otros. Son 90 segundos de actuaciones de lujo.
La trama es buena, el final esperable, pero los
silencios, si señor… los silencios, son las bases fundamentales de esta
pelicula. Te hacen repensar el porque de la guerra una y otra vez, esos
momentos de pasividad te llevan a la reflexión inevitablemente, tal como lo hace
LA DELGADA LINEA ROJA, pero apelando a vos. Cada escena de silencio te obliga a
ponerte en la piel de cada personaje. Dale, poné play y dejá que el tanque sea
tu hogar durante un par de horas.
TRAILER SUBTITULADO